Llegaron de Europa en botes hace mucho tiempo. Casi todos los países del mundo estuvieron colonizados en algún momento. Aunque la mayoría logró la independencia en el último siglo, el colonialismo no es un recuerdo lejano para los países que aún tienen algún desequilibrio de poder.
Es en este contexto que varios analistas del hemisferio sur ven con escepticismo la expansión de las tecnologías de internet desde el norte. ¿Es una nueva forma de imperialismo, no de naciones estado, sino de corporaciones de tecnología?
Renata Ávila de Guatemala es una destacada asesora de derechos digitales de la World Wide Web Foundation. Es abogada de derechos humanos y experta en derechos digitales, e integra la junta de Creative Commons.
P: ¿A qué te refieres con colonialismo digital?
R: El colonialismo digital es el nuevo despliegue de un poder casi imperial sobre una gran cantidad de personas, sin su consentimiento expreso, que se manifiesta en reglas, diseños, lenguajes, culturas y sistemas de creencias por parte de un poder ampliamente dominante.
Antiguamente, los imperios expandieron su poder a través del control de activos claves, desde rutas de comercio hasta océanos, de ferrocarriles a metales preciosos. Ahora, tenemos además los imperios de tecnología que controlan datos y poder computacional para dominar el mundo.
Pensemos solamente en lo dependiente que es el ecosistema de información local de los caprichos de Silicon Valley. Aquí un ejemplo: en Sri Lanka, Bolivia, Eslovaquia, Serbia, Guatemala y Camboya, Facebook introdujo cambios experimentales a las actualizaciones de noticias que instantáneamente redujeron visitas a las páginas de publicaciones y organizaciones a finales de 2017. No importan las políticas volátiles ni la libertad de medios. A los usuarios nunca se les consulta, porque la relación con Facebook no es justa ni democrática.
P: ¿Por qué “colonialismo”? Si la gente es feliz usando plataformas como Facebook, ¿por qué lo encuadras en términos negativos?
R: Porque es serio. Los fundamentos de la libertad y la democracia están en riesgo cuando están centralizados y los agentes globales tienen el poder de vigilar, procesar e interceder en las comunicaciones de todos los usuarios. Analizan los datos personales y hacen predecible el comportamiento colectivo, y el conocimiento está privatizado y protegido por leyes secretas de comercio. Honestamente, no puedo encontrar términos positivos para describir la relación que tenemos hoy con las grandes empresas de tecnología: se basa en la erosión de derechos humanos básicos y extractivismo de datos –y ofrece pocos beneficios a cambio.
P: ¿Qué hay de los miles de millones de personas que siguen sin estar en línea?
R: La población del mundo que no está en línea constituye territorios en disputa de los imperios tecnológicos, porque quien encierre a esa población en su feudalismo digital, tiene la llave del futuro.
Pero este es un dilema ético para mí. Cuando pienso en la gente de mi país, Guatemala, son muchos los que tienen otras maneras de acceder a la información más allá de su pueblo – donde faltan los servicios básicos, como electricidad. Si los conectados y privilegiados hacemos campaña contra las empresas que ofrecen conectividad gratis, esto significa que las personas pueden quedar desconectadas de la esfera global– al menos en el corto plazo. Pero ¿hay verdadera conectividad si solamente visitas unos cuantos sitios web y te comunicas con personas que ya conoces? ¿Te fortalece internet si no puedes crear, innovar ni colaborar sin maximizar la riqueza de otro?
Una versión truncada de internet para los pobres es una dieta de información baja en calorías, una mera dieta de subsistencia y no de desarrollo humano y crecimiento económico.
P: ¿Qué sugieres como manera de resistir al colonialismo digital?
R: No necesitamos resistirlo, necesitamos terminarlo.
Necesitamos una reforma regulatoria acelerada en el espíritu de la legislación antimonopolio. Necesitamos contener la expansión de la gran tecnología y su capacidad para extraer datos de las personas en términos abusivos. Necesitamos reinventar nuestra relación respecto del conocimiento abierto y los datos como bienes comunes digitales, y también necesitamos innovar con plataformas colaborativas financiadas con fondos públicos, que permitan utilizar la inteligencia artificial para el bien común.
Este no es un trabajo solamente para los movimientos de base. Para terminar con el colonialismo digital, necesitamos gobiernos, municipalidades, regiones, cooperativas, formas colectivas de innovación y colaboración social. Necesitamos que todos sepan qué está en riesgo, para que podamos recuperar nuestra infraestructura pública, y construir nuestras propias plataformas sostenibles para el futuro.
Lectura adicional:
Digital Colonialism & the Internet as a tool of Cultural Hegemony [Colonialismo digital e internet como herramienta de hegemonía cultura], Knowledge Commons Brazil
Digital colonialism and decentralisation [Colonialismo digital y descentralización], TechnoLlama, 2017
‘It’s digital colonialism’: how Facebook’s free internet service has failed its users [«Es colonialismo digital»: Cómo el servicio libre de internet ha fallado a sus usuarios], The Guardian, 2017
Digital colonialism: a global overview [Colonialismo digital: Una visión global], re:publica, 2016