El 1 de noviembre de 2017, sin ninguna advertencia, el Ministerio de Información y Tecnología de Afganistán ordenó a los proveedores que servicio de internet que bloquearan las aplicaciones de mensajería WhatsApp y Telegram para una prueba de 20 días. La restricción se sintió casi inmediatamente cuando al día siguiente una empresa de telecomunicaciones estatal aplicó el bloqueo y desconectó a muchas personas de estas populares plataformas.
El Gobierno citó “razones de seguridad” poco claras para el bloqueo, pero los ciudadanos no quedaron convencidos. Vieron la medida como censura y temieron que el bloqueo se extendiera a otras plataformas, como Facebook. Hubo rumores, aunque sin confirmar, de que la intención era terminar con el uso de los talibanes de la «encriptación de ambos lados» de los chats, la cual es una función de seguridad existente en ambas aplicaciones que beneficia a todos sus usuarios.
El Gobierno enfrentó una reacción pública rápida y abierta, principalmente en Facebook. Al cabo de unos pocos días, el bloqueo fue revocado y se restableció el acceso a las dos aplicaciones de mensajería para todos los ciudadanos. En un intento de enfrentar los temores del público, el Gobierno citó la garantía de la Constitución afgana de libre expresión en su anuncio de la revocación del bloqueo.
El periodista Ezzatullah Mehrdad, radicado en Kabul, dice que el Gobierno solo suele ejercer un control limitado en los medios sociales e internet, y cree que el bloqueo fracasó como resultado de un factor clave: los afganos consideran la libertad de expresión como una línea que no se debe cruzar. «Un público unido, sensible al acceso libre a internet, hizo retroceder al Gobierno afgano”, dice Mehrdad.
Afganistán no está solo en su deseo de restringir o de vigilar de cerca el uso de las aplicaciones de mensajería de sus habitantes . En 2016, Freedom House identificó como una nueva tendencia de censura alrededor del mundo el que las aplicaciones de mensajería y comunicación de voz encriptadas están en la mira de algunos gobiernos, y contaron al menos 12 países que ese año bloquearon WhatsApp del todo o solo algunas funciones.
La respuesta de la sociedad civil afgana es un ejemplo de resistencia exitosa para este tipo de intentos de restringir la expresión y el acceso a la tecnología en las comunicaciones. Mientras los Gobiernos sigan experimentando con modos de limitar el acceso a los tipos de comunicación web más populares, el éxito de poder contrarrestar estos intentos tiene un profundo impacto en la salud de internet.
Lectura adicional:
Cuando los ciudadanos rechazaron el bloqueo de WhatsApp y Telegram, los funcionarios afganos se echaron para atrás, Global Voices, 2017