Casi la mitad de la población mundial ya está en la web, y más se están conectando a un ritmo que antes de los teléfonos celulares y las redes sociales era impensable. Aun así, algunas divisiones digitales persisten obstinadamente.
Quienes sufren desigualdades en otros frentes – personas con bajos ingresos, comunidades rurales, mujeres y minorías, entre otros – tienden a ser los últimos en conectarse. Y cuando se conectan, enfrentan costos altos y accesos de mala calidad.
Sin una internet a precio asequible, confiable y rápida, el desarrollo económico se estanca. Las personas quedan aisladas de acceder a la educación, salud y servicios gubernamentales, contenido de calidad en su propio idioma o simplemente de conversaciones con la familia y los amigos.
Como un hecho inverso a la brecha de acceso, se está volviendo un lujo desconectarse, pues internet se involucra en todos los aspectos de nuestra vida y espacios públicos. Y para muchas comunidades marginadas, la privacidad nunca fue una opción desde el principio.
También se está abriendo una brecha entre quienes se sienten seguros en internet, y quienes no se sienten seguros. El discurso de odio y el acoso en línea es un problema serio, y mujeres, jóvenes, comunidades LGBTQ+ y personas de color suelen ser los más afectados.
Esto se amplía por la persistente baja diversidad al interior de muchas empresas de tecnología (y comunidades de fuente abierta), lo que inevitablemente ha llevado a software, algoritmos y productos que reflejan los sesgos de sus creadores y no tienen en cuenta las necesidades de usuarios marginados.
Por todo esto, podríamos decir que internet se está volviendo menos saludable. Sin embargo, también hemos visto una ola de iniciativas nuevas y significativas para enfrentar la inclusión digital.
En 2017, la continua indignación pública hizo que varias plataformas, como Facebook y Twitter, lo tomaran más en serio y enfrentaran el acoso en línea. Vimos nuevas iniciativas independientes para conectar a los no conectados, reforzadas por la evidencia de que los planes de acceso de baja calidad para los pobres (tales como categoría cero) no son puertas de entrada efectivas a internet. Y la investigación dio a conocer caminos que conducen a la creación de comunidades en línea más inclusivas.
La inclusión digital presentará nuevos desafíos en los próximos años. Las diversas agrupaciones de creadores de tecnología, Gobierno y sociedad civil deben buscar a fondo las soluciones a estos complicados problemas. Una internet más saludable basada en el respeto a la humanidad depende de ellos.